Era una rosa de un triste rosal pues se hallaba sola sin ninguna más, era bella, roja como el terciopelo y muy suave. Sólo se ponía contenta cuando se acercaban los pajaritos y cantaban junto a ella, se ponía erguida y si pasaba una mariposa se ponía a soñar. No debieran de cortarme pues soy feliz aunque esté sola, moriré a temprana edad y yo quisiera poder disfrutar de este jardín verde y bonito. Cuando más triste estaba, vio como un capullito empezó a abrirse y un grito se le escapó, al fin estaré acompañada y no estaré jamás sola. Y le preguntó: ¿capullito quieres ser mi compañero en este jardín? y el capullito le contestó: ¡como no!, yo sabré hacerte feliz. Y cayó la noche y se durmieron los dos soñando que cuando despertara el sol, el rocio los bañaría juntos a los dos. Fueron muy felices mirándose los dos porque sin saberlo se profesaban amor. ¡Ay rosa ves! ya no estás sola pues tienes amor.
No despiertes nunca del sueño y vive con ilusión.
Josefa Rodríguez
Poesía. La rosa encantada
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dinamizadorhueneja
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sábado, mayo 05, 2007
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